Hijos de la gran bestia infinita, alucinados y pródigos sin redención
Somos los sonámbulos, pero con las patas en las brasas.
Si de la danza estelar un soberbio fulgor, fuéramos amantes extraños del infinito,
Pero mártires de la belleza nacimos,
Negros, en el fondo, como negro es el fondo del ojo solar.
Caminamos entre las flores sudando la sal
De nuestras lágrimas, nuestro torso maldito;
Vivimos de la fuente, bebiendo como recién nacidos
Pero sedientos, sin memoria, cortando el cordón con nuestros dientes de perro…
Somos el dolor más violento de estas nupcias, antes de volver a nuestra cuna terrestre.
Recuérdame como dolor y sabré danzar digno como las mareas,
Vida mía, oceánica, sueño de un dios ebrio y ciego.
Y vamos altivos, con el lomo seco y los dientes de oro,
Entre los cuervos danzantes, tocando campanas en el desierto
Bebiendo con las putas, era que no, sobándoles la guata
Y mordiéndoles las tetas a los banqueros.
Tiramos las redes y sacamos muertos, con gorras de maestros y tirando serpentinas
La lengua se nos secó, desde que nos dedicamos a pintarles la gruta a los miserables
Y bailamos con las momias y le besamos el culo a los ídolos
Mientras los pájaros pasan volando excelsos
Y los pajarones les muerden la sombra, plenos de esperanza.
Las serpientes anidan en mi pecho
Abriendo los surcos, las órbitas sagradas de mi amor más puro.
Gonzalo Díaz